La piel es testimonio de las vivencias emocionales y pasionales. La pintora nos muestra diversas marcas; azules que alguna vez representaron tristeza, magentas que implicaron alegría, verdes que simbolizaron esperanza y amarillos que depuran la vida. Es inevitable no albergar señales en el cuerpo.
Observar la piel y reconocer las cicatrices, así como sus colores y formas, implica un modo de autoconocimiento, pues éstas conllevan un vasto significado a través del tiempo. Las heridas pueden permanecer en la superficie, pero su profundidad dependerá de cada persona y de su manera de percibir y asimilar los sentimientos.
Cristina Arnedo devela el poder de los rastros de la piel, los cuales suelen esconderse por no ser estéticos, sin embargo, ellos pintan en el ser la belleza y la plenitud de sentir intensamente la vida. Las heridas que plasma la creadora no están cauterizadas, están vivas y son sensibles al encuentro con uno mismo.
Adriana Cantoral
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