Imagino que firmar una obra para un pintor es como poner el punto final a una novela para un escritor.
Firmar una obra para muchos artistas es un proceso engorroso, yo me incluyo. Pero plasmar tu nombre en una obra terminada, más allá de ser un momento complicado o un acto de posesión, para mí implica la culminación de muchas horas de esfuerzo y dedicación en el proceso de creación de una pieza.
Desde el momento en que algo me inspiró o movió mi imaginación, dar forma a la idea, decidir la técnica, materiales, y la gama de colores que usaré y luego todas las horas trabajando en el taller, horas que a veces transcurren fluidas y fáciles y otros veces no fluyen, se complican y requieren más tiempo y hasta días para despejar la mente y recomenzar con nuevas ideas.
Así que para mi, firmar una obra terminada es una forma de decir: este es mi trabajo, bueno o malo es el resultado de mis sueños e imaginación, de mi esfuerzo, tiempo y dedicación.
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