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jueves, 21 de febrero de 2013

Crítica de Ingrid Suckaer


Es imposible encontrar más calor en unos textos. Fue lo primero que pensé después de leer  las dos críticas que ha realizado mi amiga Ingrid Suckaer tras un primer pase a lo que expondré a partir del próximo 1 de marzo en MUARMO.

A continuación les reproduzco íntegras su visión sobre Trama y Urdimbre.

Me faltan las palabras para agradecer a Ingrid las buenas vibraciones que me ha dado leer sus críticas, y que parte de éstas acompañen los textos y catálogos de la exposición.

Ingrid Suckaer.


El arte de Cristina Arnedo

I

“Lo visible hace la forma,
lo invisible le da su valor.”

Lao-Tsé, Tao Te King

Después de ver en vivo un conjunto de obras pictóricas de Cristina Arnedo, tuve como primera impresión que el suyo era un trabajo sin fisuras, con el desarrollo de una lógica interior en donde nada queda sujeto al azar. Tras una mirada detenida en cada uno de los cuadros tuve la certeza, además, de que esos montones de colores acordes entre sí, plenos de bordes suaves que flotan armónicamente, sugieren un número infinito de asociaciones con el mundo cósmico donde los seres humanos somos criaturas maravillosas, sí, pero al fin y al cabo sólo eso: criaturas dentro de un reino universal que trasciende el orden lógico de lo humano.

En resumen, las obras de Arnedo muestran la hondura de su búsqueda y la libertad con que persigue sus motivaciones personales.

En una época en la que abunda el pastiche, ese tipo de arte posmoderno que ya no percibe nada nuevo en su devenir y, por lo tanto, no se molesta en crear sino en volver al pasado para nutrirse de imágenes para vaciarlas de contenido, afortunadamente hay artistas como Arnedo. Su inquieto espíritu reconoce y aprecia la relevancia de la búsqueda personal a través de sus cuadros abstractos, que evocan su propia percepción de la naturaleza en su manifestación más amplia.

La obra pictórica de Cristina Arnedo tiene como base una gama de fondos cromáticos que va de fuerte a suave, y cuya característica peculiar son los vórtices que explotan en múltiples armonías de color. Pintados por lo regular al óleo, en tonos azules, ocres, grises, verdes y naranjas, los colores de Arnedo tienen cierta luminosidad llena de quietud, como si fueran la expresión de una luz que se resiste a extinguirse. Uno de los logros más sobresalientes en la pintura de esta autora es hacer visible tal luminosidad proveniente de nuestro planeta, metafóricamente hablando, pero también allende a éste.

Ejecutado en tonos rojos y negros, entre los cuadros más recientes de Cristina Arnedo destaca Urdimbre II, Eros y Thanatos. En este cuadro de contenido altamente erótico, pese al color negro, la luz y el rojo imperan de manera tal que parecen abrazar el lienzo por entero, lo cual hace que la pintura brille y se pierdan los bordes propios de la tela. El abrazo entre rojo y negro flota en el centro de una perspectiva que envuelve cinéticamente al espectador y lo hace partícipe de asociaciones entre Eros y Thanatos, pero donde la presencia del primero cobra mucho mayor alcance dentro de la estructura formal del cuadro como en la percepción vibratoria que emana del lienzo.

Tal como lo hicieron los maestros del expresionismo abstracto –ese movimiento que revolucionó al arte moderno del siglo pasado– Cristina Arnedo realiza con decisión y arrojo su autorretrato a través de sus cuadros.

II

“El arte se convierte en el paradigma de todo
lo que sobrevive a su propia desaparición.”

Jean Baudrillard, ¿Porqué no todo ha desaparecido aún?

Con la inquietud de explorar los materiales de manera volumétrica, Arnedo inició una serie de piezas numeradas que tituló Trama. Realizadas impecablemente con varas, fragmentos de resina y piedras pomez pintadas o cubiertas con hoja de plata u oro, estas obras conllevan en sí una poética visual que materializa lo que la artista desea: enfatizar la belleza por medio de la resignificación de las formas y los materiales.

En este conjunto artístico se encuentran presentes los códigos de composición de muchos de sus cuadros abstraccionistas. Cristina reflexiona lo matérico en términos de plasticidad y, de esa manera, convierte materiales tan sencillos en una reflexión estética donde sobresale la ligereza de éstos. Una clara señal que remarca la importancia del momento: ese instante que deviene en evanescencia y en el que su misterio, sin embargo, permanece.

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