Es imposible encontrar más calor en unos textos. Fue lo primero que pensé después de leer las dos críticas que ha realizado mi amiga Ingrid Suckaer tras un primer pase a lo que expondré a partir del próximo 1 de marzo en MUARMO.
A continuación les reproduzco íntegras su visión sobre Trama y Urdimbre.
Me faltan las palabras para agradecer a Ingrid las buenas vibraciones que me ha dado leer sus críticas, y que parte de éstas acompañen los textos y catálogos de la exposición.
Ingrid Suckaer. |
El arte de Cristina Arnedo
I
“Lo
visible hace la forma,
lo invisible le da su valor.”
Lao-Tsé, Tao Te King
Después de ver en vivo un conjunto de obras
pictóricas de Cristina Arnedo, tuve como
primera impresión que el suyo era un trabajo sin fisuras, con el desarrollo
de una lógica interior en donde nada queda
sujeto al azar. Tras una mirada detenida
en cada uno de los cuadros tuve la certeza, además, de que esos montones
de colores acordes entre sí, plenos de
bordes suaves que flotan armónicamente,
sugieren un número infinito de asociaciones con el mundo cósmico donde
los seres humanos somos criaturas
maravillosas, sí, pero al fin y al cabo sólo eso:
criaturas dentro de un reino universal que trasciende el orden lógico de
lo humano.
En resumen, las obras de Arnedo muestran la hondura
de su búsqueda y la libertad con que
persigue sus motivaciones personales.
En una época en la que abunda el pastiche,
ese tipo de arte posmoderno que ya no
percibe nada nuevo en su devenir y, por lo tanto, no se molesta en crear sino en volver al pasado para nutrirse de
imágenes para vaciarlas de contenido,
afortunadamente hay artistas como Arnedo. Su inquieto espíritu reconoce
y aprecia la relevancia de la búsqueda
personal a través de sus cuadros abstractos,
que evocan su propia percepción de la naturaleza en su manifestación más
amplia.
La obra pictórica de Cristina Arnedo tiene como
base una gama de fondos cromáticos que va
de fuerte a suave, y cuya característica peculiar son los vórtices que explotan en múltiples armonías de
color. Pintados por lo regular al óleo, en
tonos azules, ocres, grises, verdes y naranjas, los colores de Arnedo tienen cierta luminosidad llena de quietud,
como si fueran la expresión de una luz que
se resiste a extinguirse. Uno de los logros más sobresalientes en la
pintura de esta autora es hacer visible
tal luminosidad proveniente de nuestro planeta,
metafóricamente hablando, pero también allende a éste.
Ejecutado en tonos rojos y negros, entre los
cuadros más recientes de Cristina Arnedo
destaca Urdimbre II, Eros y Thanatos. En este cuadro de contenido altamente erótico, pese al color
negro, la luz y el rojo imperan de manera
tal que parecen abrazar el lienzo por entero, lo cual hace que la pintura brille y se pierdan los bordes propios de la
tela. El abrazo entre rojo y negro flota
en el centro de una perspectiva que envuelve cinéticamente al espectador
y lo hace partícipe de asociaciones entre
Eros y Thanatos, pero donde la presencia
del primero cobra mucho mayor alcance dentro de la estructura formal del
cuadro como en la percepción vibratoria
que emana del lienzo.
Tal como lo hicieron los maestros del expresionismo
abstracto –ese movimiento que revolucionó
al arte moderno del siglo pasado– Cristina Arnedo
realiza con decisión y arrojo su autorretrato a través de sus
cuadros.
II
“El
arte se convierte en el paradigma de todo
lo que sobrevive a su propia
desaparición.”
Jean Baudrillard, ¿Porqué no todo ha
desaparecido aún?
Con la inquietud de explorar los materiales
de manera volumétrica, Arnedo inició una
serie de piezas numeradas que tituló Trama. Realizadas impecablemente con varas, fragmentos de resina y piedras pomez
pintadas o cubiertas con hoja de plata u
oro, estas obras conllevan en sí una poética visual que materializa lo que la artista desea: enfatizar la belleza por
medio de la resignificación de las formas y los
materiales.
En este conjunto artístico se encuentran presentes
los códigos de composición de muchos de
sus cuadros abstraccionistas. Cristina reflexiona lo matérico en términos de plasticidad y, de esa
manera, convierte materiales tan sencillos
en una reflexión estética donde sobresale la ligereza de éstos. Una clara señal que remarca la importancia del
momento: ese instante que deviene en
evanescencia y en el que su misterio, sin embargo,
permanece.
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